Me desperté en una vida
que no sentía como si fuese la mía, a mi lado un hombre al que temía apunto de
despertarse. Me acurruque intentando pensar como había llegado a esa situación.
-Annie, hazme el desayuno- dijo al despertarse.
Su voz me producía terror. Me levante de la cama y mire al espejo de cuerpo entero que había a mi lado. Vi mi cuerpo desnudo lleno de cicatrices y moratones, mi corazón se encogió al verme de aquella manera. Me vestí rápidamente y le hice el desayuno lo mejor que pude para que no me hiciese nada.
Comió plácidamente, me dijo unos cuantos cumplidos por el desayuno y se fue a trabajar. Me pase el día limpiando la casa asustada por si dejaba mal. Hice la cena y espere sentada a que viniese.
Cuando vino, ya eran pasadas las doce. Entro tambaleándose a la cocina, me cogió del brazo y empezó a golpearme mientras me llamaba de todo. Al tercer golpe note como algo caliente empezó a brotan por mi ceja. Cuando se cansó de pegarme me tiró al suelo y se fue a dormir la mona en nuestra cama. Me acerque a mirar como dormía boca arriba, mientras roncaba y babeaba.
Empecé a acordarme de todas las veces que me había pasado lo mismo. Venía borracho como una cuba, me pegaba y al día siguiente pidiéndome disculpas con flores y bombones.
¿Cómo podía haber llegado a eso? Todo empezó separándome del grupo, cada vez salía menos por qué pasaba el día con él. Me recomendó que nos mudásemos y me comió el coco para que dejase de trabajar. Empezó a quedar mucho con sus colegas, tanto que al final pasaba los días sola en nuestro apartamento. También empezó a pegarme y a pedirme perdón a lo grande para que lo olvidase. Ahora ha llegado el punto al que si no me pega todas las semanas me extraña.
Fui al baño y con la mano libre cogí un bote de pastillas me las tragué todas. Me senté en el suelo de la cocina notando como mi sangre seguía brotando de mi ceja y mirando su corazón en mi mano. Todo empezó a oscurecerse cuando empecé a oír las sirenas y el sueño me llevo.
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