Me pasé varios días llorando por lo
que había hecho. Llamé varias veces a James, me ayudo a calmarme.
Después de varias semanas que para lo
único que salía era para trabajar y coger órganos. James llamó:
-Necesito tu ayuda para un trabajo- ni
siquiera me dio tiempo ha decir hola- ven a la cabaña.
En cuanto colgó me preparé y me dirigí
a la cabaña. Lo primero que vi al entrar por la puerta, fue a James
mirando con preocupación unos papeles.
-Hola- dije sabiendo que no me había
oído entrar.
-¿Como estás Debora?- preguntó intentando disimular su sorpresa.
-Mejor de lo que he estado en varias
semanas- intenté sonreirle.
-Uno de nosotros ha enloquecido, esta
secuestrando mujeres y masacrándolas- me miró a los ojos mientras lo
decía- tenemos que pararle o podría terminar descubriéndonos a
todos.
-Pero solo somos dos- dije asustada.
-Hay algo que no te conté la primera
vez que estuviste aquí-sus voz adquirió un tono extraño- Soy uno
de los hijos del primero, el primer hambriento era perfecto, más
fuerte, más listo, más ágil y más silencioso que el resto- me
tomó de la mano- transformó a cuatro y nos concedió una de sus
virtudes, cuando nosotros transformamos a alguien le concedemos
nuestra virtud pero es más débil que la nuestra, cada vez se va
diluyendo más la sangre- me acarició la mano con al otra mano-
quitando al primero yo soy el más fuerte, puedes suponer lo fuerte
que eres.
-¿Tanta diferencia hay?- pregunte
sorprendida.
-Si, no nos hace falta nadie más-
volvió a usar su sonrisa macabra- ¿Me ayudaras?
-Si- me conmovía que confiase en mi.
Fuimos a la madriguera que había
creado el loco. Había un olor nauseabundo en el aire, desde donde
estaba podía ver cómo se comía un cadáver putrefacto mientras el
cuerpo de una adolescente yacía maniatada a su lado.
Ni siquiera se había dado cuenta de
que le habíamos rodeado cuando James lo inmovilizó por la espalda y
yo le arranqué el corazón del pecho. Estábamos a punto de irnos
cuando nos dimos cuenta que la adolescente había sido transformada.
La cogió en brazos y me miró.
-Dilo.
-¿Qué?- me sorprendió que mi
curiosidad fuese tan obvia.
-Di lo que está deseando decir- sonrió
mientras lo decía.
-¿Por qué te la llevas?
-No podemos dejar que sea una huérfana,
eso podría delatarnos- empezó a dirigirse al coche- la llevaré ante
el primero y decidiremos qué hacer.
La metió en el maletero y me llevó hasta el porche de mi casa. Me recordó que podía llamarle para lo
que quisiera y me fui. Al día siguiente le llamé para saber que le
había pasado a la chica.
-Hemos decidido que lo mejor es que yo
le enseñe lo necesario- su voz parecía triste.
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