28 de octubre de 2014

La marca

Hoy como en aquel entonces nadie creía en los seres mágicos y sus poderes. Yo era distinto, era un pequeño huérfano con sueños y esperanzas.
Todo comenzó en un precioso día soleado. Me escapé para poder jugar solo en el bosque, intentando ir al claro de siempre me perdí y aparecí en un pequeño lago rodeado de arboles con una majestuosa cascada abasteciéndola. Tenia miedo y no sabía como volver, empece a llorar desconsoladamente cuando una pequeña criatura rosa con alas salió de entre los arbustos:

-¿Qué te pasa Dante? ¿Te has perdido? Yo soy Azalea- dijo tendiéndome una de sus diminutas manos- aunque no debería haberme mostrado te ayudaré.
-¿Cómo sabes mi nombre?- Aunque trasmitía bondad estaba asustado
-Todos en este bosque lo sabemos, nos cuesta mucho escondernos de tí- tenia una sonrisa amable- tienes un don para encontrarnos.
-¿Por que debéis esconderos?- El miedo había sido sustituido por la curiosidad de una mente joven.
-El unicornio nos enseña a escondernos para que los humanos no nos cacen para fines estúpidos y egoístas- Parecía arrepentida de haberlo mencionado.
- Querida- El unicornio entró en el claro- Gracias a ti tendré que darle el don al final del día.
-¿El don?- dije perplejo y maravillado por todo lo que estaba sucediendo.
-El don te dará magia, podrás vernos aunque nos escondamos, te olvidaras de este claro y hará que nunca hables de nosotros- La cara Azalea se volvió sombría- Si lo haces te tomaran por loco o nos matarán.
-Puede que el mismo don te vuelva loco- dijo mientras daba un sorbo al agua cristalina del lago sin que su cuerno llegase a tocarla- Y si vienes a dañarnos- me miró a los ojos- yo mismo te mataré atravesándote el corazón con mi cuerno.

El silencio se adueñó del claro, lo único que se oía era el débil aleteo del hada, era demasiado joven para entender lo serio que era todo aquello, aunque estaba blanco como la nata mi curiosidad me pudo.

-¿Qué podré hacer con la magia?
-Todo-Azalea recupero su sonrisa al mencionarlo.
-Nada- El unicornio seguía mirándome fijamente- Todo dependerá de tu habilidad.
-¿Podemos jugar hasta que me tenga que ir?- era una pregunta inocente.
- Claro que si cariño, nos conocerás a todos antes de que te vayas- Azalea se fue a llamar a los demás.

No tuve que esperar mucho tiempo hasta que hadas de todos los colores empezaron a salir de los árboles, duendecillos de los arbustos, una sirena del agua.
Fue el mejor día de mi vida. Jugué con la sirena en el agua y al pilla pilla con los duendes, las hadas me levantaron hasta la rama mas alta de un árbol y me contaron historias, el unicornio me llevó de paseo mientras el resto recogían bayas para mi. Cuando termine de comer todos se despidieron de mi con lagrimas en los ojos. El unicornio se puso a mi lado mientras el resto hacían un circulo a nuestro alrededor.

-Esperamos que seas el elegido  y volvamos a verte- dijo mientras agachaba la cabeza- A muchos solo le trae desgracias y si es tu caso- el cuerno me tocó la muñeca.

Grité de dolor, todo estaba oscuro, sentía frió, mi cuerpo temblaba de dolor y lo único que oí fue "LO SIENTO".
Me desperté en mi cama con una de las cuidadoras vigilándome. No tuve tiempo de pensar mucho ella ya estaba abriendo la boca.

-Al fin estas despierto, nos tenias muy preocupados- dijo frunciendo el ceño- Manuel te encontró en los limites del bosque hace tres días¿Dónde estuviste?
- No lo sé- Mentí.
-Descansa mientras aviso a todos, hemos tenido que hacer guardia para que no te pasase nada.

Salió corriendo de la habitación. El resto de camas estaban vacías. Era la enfermería.
Me escocía la muñeca, miré hacia abajo y ahí estaba una cicatriz con forma de estrella. Era justo donde su cuerno me tocó, supuse que eso explicaba el dolor que sentí cuando pasó. Me acordaba de todo lo que había pasado excepto de como llegue y salí de allí.
No podía quedarme allí, ya no era un simple huerfanito al que tenían que cuidar. No quería quedarme mucho mas tiempo de lo necesario o puede que descubriesen mis poderes. Aun y todo debía aprender y practicar a usar mis poderes o puede que no hubiese servido para nada, no debía decepcionarles. Debía planear mi huida cuanto antes pero sin olvidarme de nada.
Mientras hacia una lista mental de lo que quería llevarme oí pasos en el pasillo.





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