31 de agosto de 2013

La liberación de Annie

Me desperté en una vida que no sentía como si fuese la mía, a mi lado un hombre al que temía apunto de despertarse. Me acurruque intentando pensar como había llegado a esa situación.

-Annie, hazme el desayuno- dijo al despertarse.

Su voz me producía terror. Me levante de la cama y mire al espejo de cuerpo entero que había a mi lado. Vi mi cuerpo desnudo lleno de cicatrices y moratones, mi corazón se encogió al verme de aquella manera. Me vestí rápidamente y le hice el desayuno lo mejor que pude para que no me hiciese nada.

Comió plácidamente, me dijo unos cuantos cumplidos por el desayuno y se fue a trabajar. Me pase el día limpiando la casa asustada por si dejaba mal. Hice la cena y espere sentada a que viniese.

Cuando vino, ya eran pasadas las doce. Entro tambaleándose a la cocina, me cogió del brazo y empezó a golpearme mientras me llamaba de todo. Al tercer golpe note como algo caliente empezó a brotan por mi ceja. Cuando se cansó de pegarme me tiró al suelo y se fue a dormir la mona en nuestra cama. Me acerque a mirar como dormía boca arriba, mientras roncaba y babeaba.

Empecé a acordarme de todas las veces que me había pasado lo mismo. Venía borracho como una cuba, me pegaba y al día siguiente pidiéndome disculpas con flores y bombones.

¿Cómo podía haber llegado a eso? Todo empezó separándome del grupo, cada vez salía menos por qué pasaba el día con él. Me recomendó que nos mudásemos y me comió el coco para que dejase de trabajar. Empezó a quedar mucho con sus colegas, tanto que al final pasaba los días sola en nuestro apartamento. También empezó a pegarme y a pedirme perdón a lo grande para que lo olvidase. Ahora ha llegado el punto al que si no me pega todas las semanas me extraña. Al pensarlo todo detenidamente me di cuenta de que no me merecía aquello, valía mucho como para soportar eso. Yo era fuerte y debía coger las riendas de mi vida. Busque por el trastero y encontré una cuerdas, le até a la cama para que no se pudiese mover. Cogí el cuchillo más grande de la cocina y se lo clave debajo de las costillas. En cuanto el cuchillo entro en su vientre se despertó y chillo como un cochinillo. Saqué el cuchillo, metí la mano por el agujero y empecé a tirar la mano hacia arriba. Hurgué hasta encontrar el foco de sus latidos, cogí fuertemente el corazón y tire hacia fuera. Tuve que usar toda mi fuerza para arrancarle el corazón del pecho y enseñárselo. Su cara de horror lleno ese agujero oscuro que había aparecido en mi alma.

Fui al baño y con la mano libre cogí un bote de pastillas me las tragué todas. Me senté en el suelo de la cocina notando como mi sangre seguía brotando de mi ceja y mirando su corazón en mi mano. Todo empezó a oscurecerse cuando empecé a oír las sirenas y el sueño me llevo.