Subí las escaleras esperando
encontrarle, al principio no estaba allí.
Le llamé un par de veces y
apareció con la cola levantada queriendo cariño, le di un poco de
comida que había llevado y me senté en el banco. Subió de un salto
al banco y mientras le acariciaba se subió a mis piernas.
Cuando tuvo suficiente cariño se tumbó para descansar cómodamente.
Mientras estaba tumbado empezó a
llover, saqué un paraguas, del susto bajó al suelo. Al ver que era
inofensivo volvió a acurrucarse en su sitio.
Y allí nos quedamos disfrutando del
calor del uno del otro mientras escuchábamos la lluvia contra mi
paraguas y la veíamos caer contra el suelo, de vez en cuando miraba
su pequeña nariz anaranjada y su pelaje atigrado y notaba como todo
problema se iba con la lluvia. Nos quedamos los dos quietos esperando
que amainase o que alguno de los dos se tuviese que marchar.